CERA. Los operarios del Museo de Cera de Madrid han trasladado la figura de Iñaki Urdangarín a la sala del deporte. Un maniquí que ha salido por patas –o en carretilla– de la sala regia. La familia real mengua, como las velas encendidas. Urdangarín se ha quemado. Su reputación está derretida.
CHAMPIÑÓN. Los periodistas han escrito más sobre las extravagancias y guilladuras de Kim Jong Il, el dictador de Corea del Norte, que de los charcos de sangre que desaguaban a su paso. Realzaba la peculiaridad física el corte de pelo, a lo champiñón, y ese uniforme entre chándal y mono de mecánico, un gusto por el acrílico compartido por Fidel y Chávez. Rodeado de militares con gorras abultadas, grandiosas y caricaturescas, se comprende el tamaño, pues los aduladores compartían los arreglos capilares y arbustivos del jefe para halagarlo. Bajo las gorras de coronel, las plantas leñosas.
ESTAFA. Los mitos se han podrido como troncos en el pantano. En Argentina, las Madres de Plaza de Mayo están siendo investigadas por desviar dinero público. Fueron unas heroínas con pañuelo en la cabeza. Y resulta que era la pañoleta de la lechera, de las ordeñadoras de dinero. Sergio Schoklender, el gerente de la asociación, y Hebe de Bonafini, que acaudillaba los pañuelos blancos que un día ondearon como banderines de paz, se acusan. Él sostiene que soportaba los caprichos de ella con el dinero de los pobres. Ella, que no conoce los chanchullos de él. Al menos sabíamos de la maldad de Kim Jong Il desde que asomó el pelucón de cantante tropical. Pensamos que eran unas santas y tuvieron los vicios del diablo.
ALGODÓN. Los periodistas han descubierto que la ropa interior de Victoria’s Secret, que no es nada victoriana, abraza con algodón recogido por niños en los campos de Burkina Faso. Victoria’s Secret confiaba en esa materia prima porque pertenecía al comercio justo. Y resulta que los agricultores azotaban a los pequeños si se retrasaban con las flores mullidas. La agencia de noticias Bloomberg insiste en bajar las bragas a Victoria’s Secret, que asegura que ignoraba esas prácticas, sin profundizar en cómo es posible que los agricultores recibieran el certificado de comercio justo con un programa de esclavos.
JUSTO. ¿En quién confiar? Comercio injusto, madres traicioneras (o traicionadas; lo dirá la justicia). ¿Quiénes son los héroes? ¿Cómo fiarnos de los sellos, de los timbres de lo ecológico, sostenible, decente, respetuoso si los vigilantes han sido pervertidos?
PRESIDENTE. Ronaldo, el jugador del Real Madrid, la mandíbula corta, húmeda. Portugués, tiene nombre de jugador brasileño. Pues no: a su madre le gustaba Ronald Reagan, aquel actor malo que fue presidente pésimo. Se entiende todo.
LINCHAR. Lucía Etxebarria deja de escribir harta de los corsarios de la red. No soy uno de los lectores ni me interesa su literatura. Pero lamento que se haya dejado intimidar por los linchadores.
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