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viernes, 4 de noviembre de 2011

Poligonera de caza


‘COUCHINILLO’. De couching y cochinillo. Un motivador de cerditos.

CAZA. En una esquina, tres chavales con carpetas. Son encuestadores. Indolentes, conversan y fuman. De repente, uno de ellos otea a la presa. Han dejado pasar a muchas otras, no siguen un método de caza, sino el merodeo, el disparo a ciegas. Normalmente solo hay que apretar el ceño para que se aparten de ti y se dirijan a alguna señora mayor a la que el carrito de la compra enlentece. La calle es una selva y los más lentos de la manada acaban en las mandíbulas de los depredadores, que también atacan las bolsas del súper, desperdigando botes de lejía y yogures de oferta.

POLIGONERA. Esta vez resulta imposible evitar el lazo. Una chica con top y tacones me persigue. Eso no me había ocurrido ni a los 20 años. Sin detener el trote, le digo suave: “No tengo tiempo”. Y ella, descarada, sacando chispas del estilete negro, alcanzándome, alzando el pecho, suelta: “No te preocupes. Yo tengo todo el tiempo”. No es un intento de ligue, sino de que no huya aprovechando el verde del semáforo. Paro y continúo la conversación: “No me interesa ninguna encuesta”. Y chulita, desafiante, poligonera, casi me pega el chicle a la nariz mientras habla y escupe: “¡Pues haber dicho eso aaaaaantes!”. Intento razonar, explicarle que quería ser educado con la frase-comodín, el adiós sostenido, pero es tan soberbia, tan poco merecedora del trabajo (aunque sea de pocos euros), que acabamos discutiendo. Los empleadores de la chica estarán contentos de contar en sus filas con personal de gran calidad. ¡Así se vende, muchacha!

ACOSO. Llama la compañía del móvil intentando colarte nuevos productos. Llama la compañía del fijo para ofrecer servicios que no has solicitado. Llama la competencia para que seas infiel a la compañía del móvil y a la del fijo. Llama alguien para hacer una encuesta y endilgarte algún chisme, promoción, lote de chorizos o viaje al monasterio de Piedra. Acosados, perseguidos, intimidados, hostigados, asaltados en casa a cualquier hora. Son extraños a los que no hemos invitado.

DUQUESA. La boda de Alba con el seductor me ha parecido muy violenta. Una crueldad que los medios de comunicación han exhibido sin censura. Habría que haber pixelado el rostro de los contrayentes. Busco la anécdota y me detengo en el menú, anticuado como las reglas de la nobleza. Según la agencia Efe comieron ensalada de angulas; según El Mundo, ensalada de gulas. La diferencia no está en el an, sino en que uno es el alevín de la anguila, escasísimo, y la otra, una pasta industrial de pescado. Si era de gulas, la Grandísima de España ha quedado como una cutre. Si era de angulas, como una derrochadora. El asunto aún plantea otra consideración: hay veda para las angulas del Guadalquivir y, además, la temporada aún está tierna. ¿De dónde salieron? Es probable que sirvieran gulas, que están de oferta y sin temporada en todos los supermercados de Sevilla.

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